Cuando el año pasado, por ejemplo, se intentaba poner en marcha la Asociación española de emprendimiento social, con los necesarios debates previos a su puesta en marcha por parte de todo el sector, surgieron algunas dudas “en la periferia” que mostraron la necesidad de diálogo entre lo social y lo cultural y la visibilización de las estrategias conjuntas que fortalecen a ambos. Aunque existen hechos diferenciales y respetando la idiosincrasia de cada sector, lo cierto es que son más las convergencias que las divergencias a nivel empresarial.
Comencemos por lo que parece separarnos:
En el ámbito de las cosas sobreentendidas o latentes, nos encontramos con la imagen acerca de la “frivolidad” o la menor urgencia de la respuesta a las necesidades culturales, artísticas o estéticas. El peso de lo “accesorio” o innecesario recae muchas veces sobre el emprendimiento cultural como una losa. Ahora bien, el concepto de cultura que maneja este estereotipo (elitista, alejada de lo real, como un adorno de clase social) choca frontalmente, por ejemplo, con el cambio de rumbo que desde las políticas de desarrollo se ha dado en los últimos años. Se muestra claramente que todos los esfuerzos enfocados a la resolución de necesidades básicas que no tengan en cuenta la identidad cultural, los sistemas de creencias, el patrimonio intangible y comunitario generados alrededor de las mismas, están abocados al más estrepitoso de los fracasos. Las necesidades culturales dan respuesta a dos aspectos igual de básicos: el derecho a la pertenencia y el derecho a la identidad.
Desde un punto de vista más técnico, podemos observar que los modelos de emprendimiento difieren, siendo el emprendimiento cultural más proclive al trabajador autónomo y la micro-pyme que el social. De igual manera, aunque en la industria creativa los criterios de escala y réplica son más que habituales, tenemos que tener en cuenta que no todo el trabajo cultural y creativo es susceptible de ser escalable en su producción (afortunadamente, aunque Andy Warhol se empeñe...) y que criterios tales como la exclusividad o la presencia de mercados de demanda elástica (mercados del lujo), impensables en el emprendimiento social son comunes en la cultura.
El emprendimiento social y cultural acerca las herramientas y conocimientos empresariales a dos áreas tradicionalmente alejadas del mismo, ya sea por el diseño de la formación de los profesionales de estas ramas o por el peso de la tradición organizativa o de actividad en el área no lucrativa.
Tanto en el área social como cultural tienen un gran peso los valores intangibles dentro de la actividad empresarial. Más allá del impacto económico, ambas modalidades aportan un impacto comunitario que ha de ser medido y cuantificado.
Ambos son sectores en crecimiento y forman los pilares clave sobre los que se asienta un modelo económico inclusivo y basado en la gestión del conocimiento (Son dos pilares clave de la estrategia HORIZON 2020 http://ec.europa.eu/research/horizon2020/index_en.cfm)
En relación con la financiación, la cultura y el ámbito social son las puntas de lanza que están provocando la innovación en esta dirección, la búsqueda de alternativas a la banca tradicional y la creación de estructuras de co-participación y minimización de riesgos.
En las dos direcciones se están generando estructuras organizativas horizontales, abiertas y en red.
Las dos trabajan a favor del fortalecimiento de derechos y profundización democrática.
Aunque el diálogo entre ambos sectores seguirá dándonos sorpresas, señalamos a continuación algunos de los desarrollos más comunes o fructíferos de la intersección entre los dos: